lunes, 7 de febrero de 2011

De profundis / Oscar Wilde (1897)



«Detrás de la alegría y la risa, puede haber una naturaleza vulgar, dura e insensible. Pero detrás del sufrimiento, hay siempre sufrimiento. Al contrario que el placer, el dolor no lleva máscara.»


Esto mismo es lo que hace Wilde en esta obra... quitarse la máscara y mostrar el verdadero sufrimiento que invade a un alma encerrada por una relación inaceptada tras los fríos barrotes de una celda.

Estamos ante la novela más personal del genio irlandés. Escrita en forma epistolar, De profundis, es una extensa carta dirigida a su antiguo amante, Bosie (Alfred Douglas). Debido a esta relación, el escritor fue denunciado por el marqués de Queensberry, padre del joven. Acusado de comportamiento indecente y sodomía fue a dar con sus huesos a la cárcel de Reading. Sorprende que una persona con el talento de Wilde fuese condenado al presidio por una relación de este tipo, pero no hay que olvidar el puritanismo de la sociedad victoriana que enmarcaba la época del escritor.

En su obra, Wilde se lamenta del olvido de la persona a la que ha dedicado los dos últimos años de su vida y por la cual está sufriendo lo indecible. No deja de reprocharle su conducta con duras advertencias:


"En la economía del mundo, extrañamente sencilla, las personas sólo recogen lo que siembran; aquellos que no poseen la bastante imaginación para penetrar en la concha exterior de las cosas y sentir piedad, ¿qué piedad esperan recibir, como no sea la del desdén?"

Pero hay momentos en que los recuerdos adornan con ternura al dolor y no puede evitar plasmarlos en el papel que, bajo supervisión y de forma paulatina, el alcaide de la prisión le proporcionaba.

Totalmente abatido física y espiritualmente, Wilde es liberado el 19 de mayo de 1897, olvidado por sus seres queridos y desprestigiado por la sociedad que nunca más lo va admitir en su seno. La historia pondrá los cosas en su sitio dando a luz a uno de los mayores genios de la literatura universal.

Me esperan “El retrato deDorian Gray” y “La importancia de llamarse Ernesto” para próximos comentarios.


Referencias


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