lunes, 23 de mayo de 2011

La Cena secreta



No suelo hablar de libros malos,  pero hoy no es que tenga muy buen día y me apetece destripar alguno...

Poco puedo decir de este libro; es el primero (y seguramente el único) que leo de este autor. Sigue la tónica de los cientos y cientos de libros de contenido esotérico que han salido al mercado tras el éxito de ventas de "El código da Vinci" de Dan Brown: ese pseudogenio que no tiene ni idea de lo que es este país (en su libro "La fortaleza digital" nos pone como zarrapastrosos tercermundistas y tampoco estamos para tanto... de momento). Sin ir más lejos, esta "Cena" de Javier Sierra es una copia cutre del código de Mr. Brown, pues en ambos se pervierte la obra de un genio que ya no se puede defender ante semejante basura lanzada contra su talento.

El tema del libro gira en torno al mural de la Última Cena que Leonardo da Vinci pintó en Santa María delle Grazie, Milán. Hasta allí se traslada un monje dominico, que por lo visto pertenece a una especie de CIA de la Inquisición, para intentar desenmascarar al autor de unos crímenes que además es aficionado a los acertijos.

Bueno, pues entre leonardos, inquisidores, acertijos y algún crimen que otro llegamos al final... Si hay algo que no soporto es tener que leerme un libro para que la trama planetocósmica que esconde la obra sea una puñetera frase leída del revés. Si, tal cual, ese es el hipersecreto del libro. Lo peor de todo es que a mitad de la lectura ya sabes en que va a consistir el secretazo.

Reconozco que tengo buenas tragaderas a la hora de leer, pues siempre tengo que terminar un libro si decido empezarlo. Aún así, este defecto, del cual no he podido librarme, es imprescindible si se quiere hacer una crítica sincera y, sobre todo, honesta de la obra en cuestión.
La próxima prometo traer algo mejor...

martes, 17 de mayo de 2011

Una novela en nueve cartas / Dostoievski (1847)
















“La ciudad más burocrática de la Tierra”, decía mi amigo Dostoievski al contemplar la ciudad de San Petersburgo.

Al igual que hizo con Pobres gentes, el autor ruso, siguiendo la línea de Gógol, quiso plasmar en esta novela una de las formas de comunicación más habitual entre los habitantes de esta ciudad acariciada por el río Neva: la correspondencia.

Dostoievski, en un paréntesis literario, se aparta de la seriedad de sus novelas predecesoras para instalarse en la ironía añadiendo tintes humorísticos. Los protagonistas, dos amigos estafadores, Píotr Ivánovich e Iván Pétrovich (Dostoievski, en un malabarismo onomástico, intercambia sus nombres para indicarnos que los dos son lo mismo) tienen un negocio que consiste en estafar en el juego a un joven, Yevgueni Nikoláievich, al que no dudan en tachar de “ingenuo”. Iván presta a su “amigo” 350 rublos para salir adelante con el negocio; evidentemente no los vuelve a ver... Esta deuda es el origen de la correspondencia entre ambos. En total se intercambian nueve cartas, que poco a poco van subiendo de tono, llegando incluso a amenazarse. La ironía juega una mala pasada a estos dos estafadores, pero para saberlo tendréis que leer esta magnífica correspondencia.



Referencias

  • Dostoievski, Fiodor. Obras completas. [traducción... del ruso, introducción, prólogos, notas y censo de personajes, por Rafael Cansinos Assens]. Madrid : Aguilar, 1949
  • Serrano Martínez, Jorge. Dostoiévski: entre el bien y el mal. Madrid: Complutense, 2003


sábado, 14 de mayo de 2011

La patrona / Dostoievski (1847)














Me siento totalmente absorbido por la literatura de Dostoievski. Estoy haciendo una génesis de su obra y ya he comentado en este blog Pobres gentes, El doble y El señor Projarchim entre sus primeras obras (además de El jugador, pero esta es más tardía). Lo que más me emociona es que en este camino me espera lo mejor del autor moscovita, su etapa de madurez, su areté literaria. Acabo de leer La patrona (Chozjájka en ruso, por si hay alguien más allá de los Urales que lea esto…), novela corta publicada en 1847 que le sirvió para ganarse la enemistad de sus antiguos admiradores. Dostoievski rompió con el papa de la crítica literaria, Belínski, porque éste había escrito una crítica feroz de esta obra (llegó a decir que era un "absurdo psicológico").

Nietzsche calificó a Dostoievski como el único "psicólogo serio" que había dado la humanidad… el creador de El Anticristo estaba considerado un loco, pero no le faltaba razón al realizar esta afirmación, sobre todo si trasladamos la psicología al terreno de la literatura.

La patrona pertenece a la realidad y a la fábula al mismo tiempo. Crea una historia que camina entre la realidad y en el delirio de la mente humana, como un acróbata que, con una pequeña pértiga en la mano, se dispone a cruzar un abismo a través de un pequeño cable de acero. Pero Ordinov, el personaje principal, no es el único que confunde sueños y realidad… Dostoievski tiene la habilidad suficiente para que esa confusión se traslade al lector. Nos pone un cebo en el que pronto quedamos atrapados.

Para que os familiaricéis con la obra un poco…

Ordinov, nuestro personaje principal, vive en la más absoluta soledad. Apenas se ha relacionado con la gente pues toda su vida ha estado consagrada a la ciencia. Un día, mientras pasea por las calles de San Petersburgo...


“Se le ocurrió de pronto un nuevo pensamiento nada tranquilizador: Se había pasado toda la vida solo, no existía una sola persona en este mundo que le tuviera afecto y tampoco llegó a tener ocasión de tomárselo a nadie. Intentó trabar conversación con varios de los transeúntes que se cruzaban con él, pero éstos le miraron asombrados y de un modo muy particular.”
“De pronto, oyó un sordo rumor de pasos que, acompasadamente, se acercaban desde la puerta. Se volvió para mirar; apenas divisó a las dos personas que entraban, se apoderó de él una curiosidad inexplicable. Se trataba de un hombre de edad y una mujer joven. El viejo era un hombre corpulento, todavía erguido y fuerte, pero en extremo delgado y de una palidez enfermiza.”
La mujer a la que alude este párrafo se llama Katerina; una joven de extraordinaria belleza que va a transformar por completo la vida de nuestro protagonista. A partir de ese momento queda tan profundamente enamorado de su belleza que comienza a perder el juicio. Quiere saber todo acerca de esa mujer y del compañero, un viejo extraño, mitad bandido, mitad santurrón, al que llama Murin y que ejerce una misteriosa influencia en ella.

Ordinov consigue alquilar un pequeño rincón de un cuarto que linda con la habitación de esta misteriosa pareja. Katerina parece vivir en un continuo tormento; se pasa el día rezando y se despierta por las noches entre sollozos. Durante el día, en sus conversaciones con Ordinov, no hace más que hablar de cosas extrañas

“El dice que cuando se muera vendrá a buscar mi alma pecadora. Yo le pertenezco. Le he vendido mi alma. Y ahora no hace más que atormentarme y leerme cosas terribles de sus libros. ¡Mira, allí tiene el libro! ¡Allí! El dice que estoy en pecado mortal. Mira su libro. ¡Allí está!”
No recuerda bien los acontecimientos que la llevaron a alcanzar ese estado mental pero quiere hacer de Ordinov un confidente de sus desdichas y trata de contarle los hechos, que no dejan de ser una mezcla de heroísmo, sangre y raptos místicos...
“Era una noche como ésta —empezó Katerina—, aunque más oscura y terrible, porque el viento silbaba en el bosque como jamás lo había oído. Aquella noche fue la de mi perdición. Se desgajó la encina que estaba delante de nuestras ventanas. No sé, pero el viejo mendigo que siempre llamaba a nuestra puerta —era un hombre muy, muy viejecito— decía que él recordaba desde siempre aquella encina, y que cuando era pequeño, aquel árbol era tan corpulento como entonces, cuando el huracán lo partió.”
Termino esta entrada dejando el fragmento de la obra que narra el episodio de la barca, tremendamente misterioso y una de las claves de la novela…

Subimos a la barca. La noche era muy oscura, no había estrellas, y el viento aullaba, levantando las olas. Ya estábamos a una versta de la orilla. Todos íbamos en silencio. «Se avecina tormenta —dijo finalmente mi amo—. Y esta vez no promete nada bueno. Jamás he visto en el río una noche como ésta. Con el temporal, la barca no podrá soportar el peso de tres personas.» «Tienes razón —respondió Aliosha, con voz vibrante por la emoción—, no puede soportar tres personas. ¡Uno de nosotros sobra!» «Bueno, ¿y qué vamos a hacer, Aliosha? —dijo mi amo—. Yo te conozco desde que eras pequeño, y a tu padre, que esté en la gloria. El y yo hemos bebido juntos y hemos compartido también el pan y la sal. Así que, dime, Aliosha, ¿podrías tú llegar desde aquí a la orilla sin barca; o perecerías? ¿No podrías, en caso de necesidad, llegar a la orilla?» «No —respondió Aliosha—, no podría alcanzarla.» «Pero ¿quién sabe? Tal vez tengas suerte y puedas llegar a ella.» Entonces, mi amo, volviéndose hacia mí, dijo: «Bueno, pues escúchame, Katerinuschka, hermosa e inapreciable perla mía. Recuerdo una noche semejante a ésta, sólo que entonces no se encrespaban las olas, y había estrellas en el cielo y brillaba también la luna. Dime, te lo pregunto sin la menor intención, ¿te acuerdas tú también de esa noche?» «Sí», respondí. «Pues si no la has olvidado, recordarás asimismo que un hombre temerario indicó a una linda muchacha de qué modo podría recobrar su libertad, cuando dejara de amarle. ¿Lo recuerdas?» «También de eso me acuerdo», repuse, más muerta que viva. «Bueno, pues mira, tres personas son demasiada carga para esta barca. ¿No le habrá llegado a alguno de nosotros su hora? Amor mío, habla, di una sola palabra, palomita mía...»



Referencias

  • Dostoievski, Fiodor. Obras completas. [traducción... del ruso, introducción, prólogos, notas y censo de personajes, por Rafael Cansinos Assens]. Madrid : Aguilar, 1949

viernes, 6 de mayo de 2011

Todo modo / Leonardo Sciascia



— ...contésteme de la forma más directa y sencilla, ¿qué es la Iglesia?
—Un sacerdote bueno le respondería que es la comunidad convocada por Dios; yo, que soy un sacerdote malo, le digo: es una balsa, La balsa de la Medusa, si quiere, pero una balsa.
—Recuerdo el cuadro de Géricault, pero no recuerdo qué sucedió en aquella balsa, aunque hace años leí un libro al respecto. Algo terrible, proverbialmente... ¿Se salvó alguien de aquella balsa?
—Quince, de ciento cuarenta y nueve: tal vez demasiados... ¡Oh, no! No me refiero a La balsa de la Medusa, sino a la de la Iglesia. Diez es un porcentaje más bien alto.
—¿Y qué hicieron aquellos quince para salvarse?
—No me interesa. Es decir, no me interesa en la medida en que La balsa de la Medusa es para mí una metáfora de lo que es la Iglesia.
—Prefiero morir inmediatamente en el naufragio.
—No, usted está nadando para alcanzar la balsa. Porque el naufragio ya se produjo...
Todo modo / Leonardo Sciascia (Racalmuto, Agrigento; 8 de enero de 1921 - Palermo, 20 de noviembre de 1989)

«Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo» decía Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote. Esta frase define fielmente a nuestro escritor de hoy, Leonardo Sciascia, pues el principal rasgo que destaca de su personalidad y su obra literaria deriva de su origen siciliano. La savia que nutre su literatura es la realidad humana, social y política contemporánea de Italia en general y de Sicilia en particular.

Los males de Sicilia, según Sciascia, tienen su origen en la propia organización social basada, como en otras sociedades primitivas, en el matriarcado, lo que repesenta un elemento de violencia y un abuso del poder en la sociedad isleña. Estamos hablando de la mafia.
El autor define a la mafia como

“una asociación para delinquir, cuyos fines son el enriquecimiento ilícito de los propios asociados, y que se impone con medios violentos como intermediaria parasitaria entre la propiedad y el trabajo, entre la producción y el consumo, entre el ciudadano y el Estado”.
Haciendo una breve reseña del libro...
Un reconocido pintor italiano (no interesa el nombre) acaba encontrando por casualidad, durante un viaje en coche, un aislado y ascético lugar, mitad ermita mitad hotel, que despierta su interés. En ese lugar, que dirige un cura (el padre Gaetano) se reúnen los jerarcas de la política, la industria y la Iglesia italiana para meditar a la manera de los Ejercicios espirituales que definía san Ignacio de Loyola:
“Por este nombre se entiende todo modo de examinar la conciencia, de meditar, de razonar, de contemplar; todo modo de preparar y disponer el alma, para quitar todas las afecciones desordenadas (apegos, egoísmos, ...) con el fin de buscar y hallar la voluntad divina”.
La mística que envuelve al lugar se hace añicos cuando se produce el asesinato de una de las personalidades notables. A partir de este momento Sciascia nos introduce en el género policíaco pero no para entretenernos, sino para explicar la verdadera naturaleza del poder en su faceta más oculta y corrupta. Todos son sospechos, pintor y cocinero incluidos. Pero realmente no importa la identidad del asesino más que en su aspecto más morboso. Descubrirlo es una mera formalidad, pura burocracia.

"Jamás se conocerá la más mínima verdad si los hechos criminales tienen la mínima relación con la gestión del poder"
Sciascia expone su pensamiento y filosofía de la vida con un lenguaje comunicativo, directo, en el que todo lo que quiere expresar lo hace con claridad sin buscar complicaciones de estilo, describiendo lo esencial. Esto mismo es lo que sucede en Todo modo.

Referencias
  • Sciascia, Leonardo. Todo modo. [traducción de Joaquín Jordá; prólogo de Francisco J. Satué]. Madrid : Unidad, [1999]
  • Díaz Padilla, Fausto. Narrativa italiana en España. Oviedo: Servicio de Publicaciones, Universidad, D.L. 1994
 

Mi mundo perdido. Copyright 2008 All Rights Reserved David Fernández García