viernes, 8 de julio de 2011

La señora Dalloway (1925) / Virginia Woolf (Londres, 1882 – Lewes, Sussex, 1941)




















“Siempre había considerado que era muy, muy peligroso vivir, incluso un solo día”
(Clarissa Dalloway)


"La señora Dalloway" transcurre en un solo día; un día de junio de 1923 soleado y cubierto por un cielo azul que invita a pasear por los parques que motean de verde la ciudad de Londres. Pasear por Regent’s Park para después ir a comprar unas flores... así comienza el día Clarissa Dalloway.

Ese mismo día iluminado por el mismo sol nos encontramos con Septimus, héroe de la Gran Guerra que como medalla cuelga una locura que le impide la felicidad al lado de su mujer, Rezia. Septimus y Clarissa Dalloway no llegan a conocerse. Mientras ella prepara una fiesta en su casa... él prepara su muerte.

Otro de los protagonistas con un importante papel en la novela es el Big Ben, que va lanzando las horas que marcan el ritmo de la vida a los londinenses. Peter Walsh lo describe así:
“¡Ah!. Comienza. Primero un aviso musical; luego, la hora, irrevocable. Los círculos de plomo se funden en el aire”.

Estas horas y esta ciudad es lo único tangible de la novela; lo demás son todo recuerdos. El tiempo avanza mientas los recuerdos retroceden.

Todos los personajes mantienen pensamientos silenciosos, o más bien discursos interiores. Estos pensamientos son recuerdos de la infancia en Bourton y un matrimonio rechazado para Clarissa; para Septimus, cambiando Bourton por un campo de batalla, la infelicidad absoluta.

Los recuerdos afloran en la mente de la señora Dalloway cuando recibe, por sorpresa, la visita de Peter Walsh, recién llegado de la India, con el que no quiso casarse cuando era joven. Ahora piensa cómo habría sido su vida al lado de Peter. Pero la realidad es que se casó con el congresista Richard Dalloway. Decidió la comodidad y la buena posición social en detrimento de una vida romántica y aventurera.

Después de esta visita Clarissa se queda en su cuarto, invadida de recuerdos; mientras, Peter Walsh sale a caminar por las calles de Londres, desgranando su pasado, su presente y, como corresponde a todo aventurero, su incierto futuro. A partir de este momento el narrador, al cual hemos concedido el privilegio de inmiscuirse libremente en la psicología de los personajes, no hace más que pasar de una corriente de pensamientos a otra, haciendo que los personajes coincidan por el tapiz londinense y asistiendo, en ocasiones, a los mismos acontecimientos, como el paso del coche del príncipe, el aeroplano surcando el cielo con un cartel anuncio, o la ambulancia con la que se cruza Peter y que, sin mencionarse en la novela, transporta a un Septimus moribundo al hospital.

Toda la construcción de la trama consiste en formar una elipse, con Clarissa en un extremo y, en un segundo foco, el joven Septimus. El nudo de la trama consiste en que el doctor Bradshaw, el último que ha tratado a Septimus, comente en la fiesta el suicidio del joven combatiente retirado.

Virginia Woolf demuestra en esta obra que no hay nada parecido a un solo día...


Referencias

  • Woolf, Virginia. La señora Dalloway. [traducción de Andrés Bosch ; prólogo de Josefina Aldecoa]. Madrid : Unidad Editorial, [1999]
 

Mi mundo perdido. Copyright 2008 All Rights Reserved David Fernández García